La perenne homofobia en la Legislatura

columna Perspectiva Lunes, 10 de abril de 2006

Cecilia La Luz
Presidenta Organización Unidos por la Igualdad


Juran defender la Constitución. En tiempos de campaña los legisladores prometen y prometen a todo el mundo. Un número de sus ayudantes y más fieles allegados son homosexuales. Estos adeptos con excelentes cualidades de lealtad y organización, velan por el bienestar y defienden a calzón quita’o las espaldas de sus jefes. Sus jefes salen electos y sus ayudantes mantienen una lealtad inquebrantable, a veces, sacrificando su dignidad y orgullo propio anteponiendo las posturas del colectivo donde ni tan siquiera se les garantiza en los reglamentos el no discrimen contra ellos. Las veces que visito la Casa de las Leyes puedo identificar a muchos compañeros de nuestra comunidad LGBT (lésbica, gay, bisexual y transexual), quienes no tan sólo laboran como ayudantes especiales, sino en faenas administrativas también. Estos compañeros de nuestra comunidad LGBT tienen que recibir, a veces, hasta visitas de fanáticos fundamentalistas, cuyo fin es detener a la trágala la aplicación de los derechos constitucionales y privar a ese empleado de su libertad de expresión y el respeto a su dignidad. Estos fundamentalistas, muchos de ellos del bando azul, utilizan artimañas inmorales contra los legisladores tales como el chantaje, haciendo alusión a su vida privada y así obligarlos a asentir a sus peticiones conservadoras. Mantener el discrimen, el odio y la intolerancia son su norte, cegados por las gríngolas de sus falsos conceptos cristianos basados en un Dios de odio. A otros legisladores, los fundamentalistas no tienen que torcerles sus brazos pues la intolerancia y la homofobia de éstos son innatas. Las traen desde muy jóvenes de lo que aprendieron culturalmente. Muchos provienen de pueblos pequeños donde los homosexuales son objetos de burla constante. Y esos patrones los llevan a la Legislatura.
¡Y de los legisladores gays ni hablar! Esos la pasan peor. Estos se tragan su lengua, viven en el clóset y tienen que votar en contra de sus propios principios y libertad. Estar en el clóset debe ser bien degradante especialmente en la Casa de las Leyes, sea empleado o legislador. Pero para los empleados LGBT en la Legislatura debe ser más difícil. No quiero estar en los zapatos de éstos. Oír discursos y comentarios homofóbicos todo el día debe ser horrible y el miedo a expresar su indignación los paraliza al pensar que pueden perder sus trabajos careciendo de garantías ante el discrimen por orientación sexual en el empleo. Aunque, esta falta de protección aplica a todo Puerto Rico.
La homofobia también está institucionalizada en los partidos políticos de mayoría. Esto se ve cuando se esquiva la discusión de igualdad de derechos de grupos minoritarios como la comunidad LGBT en plenarias y reuniones. Esta discusión parece que saca a los políticos de su zona de confort, aunque yo veo que eso le pasa a todo el mundo cuando se trae el tema del homosexualismo.
La intolerancia proviene de la ignorancia. Toda esta culpa la tenemos nosotros mismos (la comunidad LGBT), por la falta de educación constante en la Casa de las Leyes y más que nada en aquellos de nosotros militantes en los partidos políticos que no nos damos a respetar. Tenemos que presentar nuestras peticiones del reclamo de nuestros derechos en todas las entidades, especialmente en aquellas que pretenden representar y desarrollar política pública que impacte y cobije a todos por igual.
Ustedes de nuestra comunidad LGBT azules, rojos y verdes, exijan respeto. Expresen su sentir. No permitamos que siga imperando la homofobia en la política. Seamos maestros siempre.