Perspectiva
La cruda realidad de ser homosexual
Lunes, 8 de agosto de 2005
Por Cecilia La Luz
Pres. Organización Unidos por la Igualdad
Somos igual que los heterosexuales. Bailamos merengue y salsa. Nos gusta que nos mimen. Buscando y queriendo mostrar afecto; queremos un hogar fundado en el amor y calor familiar. Anhelamos tener relaciones estables y queremos compartir con nuestra pareja libremente. Nos gusta cogernos de mano cuando estamos de paseo y nos gusta ir de fiesta, al cine, o simplemente mirar a un cielo lleno de estrellas con nuestro ser amado.
Nos levantamos en las mañanas con el deseo de dar lo mejor. Queremos ser buenos empleados y ser profesionales eficientes. Somos los policías, los maestros, los empleados de gobierno, la sociedad civil. Pertenecemos a los partidos políticos y votamos en las elecciones. Nos gusta ir a la iglesia o al templo, y le rezamos al mismo Dios.
Hacemos comunidad. Somos hijos, hermanos, padres, tíos, primos, abuelos y nietos. Somos los Pérez, los Rodríguez, los Rivera y los Colón. Somos parte de la familia puertorriqueña y componemos aproximadamente un 10% de la población.
Cantamos La Borinqueña con mucha emoción y adoramos y queremos darle lo mejor a nuestra patria.
Para la sociedad en general, esto es diferente. La gente piensa que somos pocos, estereotipados, pecadores y que estamos condenados por el Señor. Nos critican, se burlan y nos señalan. Nos quieren hacer invisibles y nos silencian. Crean personajes ofensivos en la televisión. Muchos vivimos con nuestra pareja y otros nos ocultamos para que los vecinos no sepan, y pocos vivimos abiertamente sin importar lo que digan. Si somos afectuosos en público con nuestra pareja, la gente se aleja y esconden a sus hijos para no tener que explicar. Nuestros padres se avergüenzan de nosotros.
Por el miedo, muchos creamos parejas ficticias con el sexo opuesto y somos “straight”, aunque lo contrario sea un secreto a viva voz.
En nuestro trabajo el discrimen es la orden del día y en el peor de los casos, hemos sido despedidos por nuestra orientación sexual.
Por miedo a más rechazo y más marginación, muchos nos hemos acostumbrado a que nos falten el respeto y hemos guardado silencio ante la humillación pública. Sufrimos de depresiones y a veces, hasta consideramos el suicidio. Por lo mismo, unos hemos perdido la esperanza y el deseo de vivir. Otros optamos por dejar la patria a cambio de libertad.
Aquellos que hemos sido casados, nos han querido quitar la custodia de los hijos y hemos tenido que llegar hasta los tribunales para reclamar nuestra legitimidad.
Aun cuando la Constitución del Estado Libre Asociado nos garantiza que la dignidad del ser humano es inviolable, en cada esquina que pisamos nuestra dignidad es atropellada diariamente. La cruda realidad es que, a pesar de pagar más impuestos que el ciudadano común, no gozamos de garantías e igualdad de condiciones que el resto de la sociedad. Aquí clamamos por los derechos más básicos que mucha gente no conoce.
Estos son tan fundamentales como derechos de visita y toma de decisiones cuando nuestra pareja está en el hospital; el garantizar que nuestra pareja disfrute de beneficios médicos y pueda heredar la propiedad que compramos juntos; el derecho a la pensión; el poder rendir planillas conjuntamente, y la garantía de no discrimen por orientación sexual en el empleo.
Pero por encima de todo, nos gustaría que el gobierno tomara acción para erradicar la burla y las humillaciones que a diario presenciamos. Como dice la campaña de solidaridad, “no le hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a tí”.
cecilaluz@hotmail.com
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El Nuevo Día
2 comentarios:
Es una pena que sigan existiendo diferencias. Lo cual, no cambiará pronto. La evolución de la mentalidad es lenta, sin embargo ustedes son la punta de la espada.
Veronica. Enviame tu articulo y tu foto a este correo: blog.jcb@gmail.com y te publico tu articulo propiamente en un post. Gracias por apoyarnos.
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